Un país desfigurado / El Financiero


En las redes sociales, donde circula el país real que no miran en Los Pinos sino para hablar de calcetines, ciudadanos de Apatzingán denunciaron hace unos días que la visita “sorpresa” del presidenteEnrique Peña Nieto al comedor comunitario de una pequeño población fue un montaje al que se prestaron alegremente las operadoras electorales del PRI en la Tierra Caliente.

Lo que no debería sorprendernos es que desde las alturas del poder se nieguen a ver el país real que las propias cifras oficiales nos han restregado en estos días.

El informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares y la encuesta sobre la juventud conocida como Ecopred, han arrojado resultados que deberían avergonzar a cualquier país y su clase política.

No hay espacio para referir nuevamente los aterradores datos que arrojaron los instrumentos referidos. Baste recordar que, a pesar del avance que el gobierno presume en cuanto a “los pobres entre los pobres” –atribuibles a la Cruzada Nacional contra el Hambre y discutibles–, nueve de cada diez grupos de la población siguen viendo, y padeciendo, la disminución de sus ingresos.

Un grupo de intelectuales y académicos, convocados por el Instituto de Estudios para la Transición Democrática, nos entregó hace poco sus reflexiones sobre los resultados de dos de esos instrumentos en un notable y pertinente texto que se titula “Retrato de un país desfigurado”.

El texto retoma y examina algunos de los datos y, lo que es más relevante, invita al debate y la rectificación: “…apelamos, dicen los firmantes, a los gobiernos, al Congreso de la Unión y a los partidos políticos para que utilicen su peso y sus espacios en la vida pública, de modo que México se sacuda esa modorra y esa costumbre de ver a la miseria de masas como parte del paisaje social, un hecho ‘natural’, permanente e irremediable”.

Un país donde solamente 20.5 por ciento, es decir, una quinta parte de la población no es ni pobre ni vulnerable ha dado por resultado, dicen los autores, “una sociedad acostumbrada al estancamiento, insegura ante los riesgos de la vida, extremadamente desigual, con salarios artificialmente deprimidos, que no ha visto una reducción de la pobreza relativa luego de décadas y decenas de cambios estructurales en la economía”.

El gobierno y sus corifeos –que ocupan casi todos los espacios mediáticos– poco dicen sobre el retrato del país que ha emergido de las propias cifras oficiales. Algunas voces, como la Secretaría de Desarrollo Social, quisieran mantener la discusión en los márgenes de la academia: se escabullen en el debate de si se mide o no correctamente la pobreza, o bien llegan al extremo de insistir en que la pobreza extrema ha disminuido en unos cuantos millares de personas. Ya no se trata, así, de combatir la pobreza, sino de dar de comer a los más pobres, como si de un Teletón alimentario se tratara.

Los autores del estudio que aquí reseñamos van más allá, como debe ser, cuando plantean que los nuevos datos deben obligar al país a un viraje profundo que pase por el replanteamiento de la orientación del gasto público, una política de recuperación de los salarios e incluso alimentar la discusión del presupuesto que ya está en curso.

La situación de extrema gravedad que vive el país ha multiplicado, por fortuna, las iniciativas ciudadanas que buscan incidir en las políticas públicas para que dejemos atrás la pobreza como esa “fatalidad” queCarlos Salinas dijo combatiría.

Acción Ciudadana frente a la Pobreza, un conglomerado de organismos civiles, por ejemplo, propone tres ejes inmediatos que merecerían ser discutidos en el Congreso. Los tres puntos propuestos son: 1) Mecanismos de control ciudadano y rendición de cuentas sobre todos los programas, recursos y gastos fiscales; 2) Incremento real al salario mínimo y reestructuración e incremento a los programas de apoyo productivo y generación de ingresos para enfrentar la pobreza; 3) Reformular la política social con enfoque de derechos, iniciando por medidas que garanticen el acceso efectivo a la salud.
Claro, eso si el gobierno deja de insistir, ante las abrumadoras evidencias, en que “vamos por el rumbo correcto”.

Twitter:@Dolores_PL