Recordando a Fuentes / La Crónica de Hoy


En mi natal Tabasco tengo mucha actividad, en mi calidad de senador y de médico atiendo a un gran número de personas, actividad que es mi pasión y me enriquece como persona. El último mes he seguido acomodando mis libros, aprovechando las vacaciones, y me di cuenta nuevamente del placer de reencontrarme con uno de los libros de Carlos Fuentes que más me ha gustado: En esto creo; mi edición es la primera, del 2008.
Me llamó mucho la curiosidad que este libro no es novela ni ensayo, sino una especie de diccionario personal en que el gran mexicano y escritor, en breves, sucintos y ricos textos analiza y da su visión personal de los conceptos que más le interesaron en su larga vida y trayectoria intelectual.
Antes quiero escribir algo curioso. Leí a Carlos Fuentes por primera vez en los 80, cuando cursé la preparatoria en Villahermosa. Leí de una u otra manera por obligación su novela: La región más transparente. Una novela larga, densa e interesante, pero los alumnos, pese a tener buenos maestros, leíamos por obligación y siempre había algo de presión, algo obligatorio que no permitía el goce pleno de la lectura.
Luego, cuando estudié medicina y tuve que enfrentarme a la anatomía, fisiología, farmacología, en mis pocos espacios de tiempo libre, leer a los novelistas y uno que otro poeta me reanimaba mucho y me brindaba un descanso de los temas médicos.
Lo que quiero decir, y lo escribo según mi experiencia, es que la lectura debe ser un placer que nuestro primeros maestros nos enseñen a gozar, y no una obligación para pasar un crédito escolar. Allí es donde radica el secreto para que los mexicanos de las nuevas generaciones se hagan lectores.
En este reencuentro con Fuentes, de los temas de En esto creo, leí de un tirón: Amistad, México, Izquierda, Buñuel, Experiencia, Educación; pero el contenido de este diccionario personal es muy variado: desde Amor y Belleza, hasta Velázquez y Sociedad Civil.
Se me ocurre que cada hombre, en el ámbito de su profesión y de su experiencia en la vida, debería escribir su propio diccionario, que podría muy bien ser su biografía.
Claro, sería un testimonio según nuestras capacidades, pues el talento de Carlos Fuentes era sui géneris y la mayoría nos inscribimos en el ámbito de los simples mortales. Pero él mismo y los hombres de una sensibilidad superior nos enseñan que toda experiencia humana es original y hasta excelsa, y merece ser contada. Grandeza del destino humano.
Abro mi libro en la página 182 y leo la entrada: México. Lo hago dos veces. ¡Cuánta inteligencia para describir las formas verbales en que hablamos los mexicanos y todo lo que decimos en nuestras típicas frases!
Les comparto algunas: ¿Quién anda ahí? –Nadie señor. ¿Quién anda ahí? – Su mero padre, hijo de la chingada. –Para servir a usted. Mi casa es su casa. Un paso más y me lo trueno. En mi hambre mando yo. Lo que sea su voluntad, señor. Qué voy a ser si yo soy el abandonado. Si ayer maravilla fui, ahora ni sombra soy. Mujer, mujer divina, tienes el veneno que fascina.
Frases que muestran y esconden una identidad en su modo verbal que Fuentes define como “rica, mutable, serpentina”. Y algo que conmueve: “Pero depender del qué dirán extranjero es una forma de colonialismo mental, como lo es rechazar toda forma de apertura…”. Precisamente ése es un lastre contra el cual los mexicanos debemos luchar todavía en este tiempo en que nos tocó vivir, contra el peor de los colonialismos: el mental. Ya hemos padecido el político y el económico y, como nación, seguimos de pie.
Mas la dependencia de modelos e ideas ajenas sólo la podremos combatir con una receta que se compone de tres ingredientes: el primero es educación; el segundo: más educación; y el tercero, por supuesto: más y mejor educación.
Una lectura de los libros de Carlos Fuentes siempre nos caerá bien y nos hará mejores personas.

Senador del PRD por Tabasco
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