Rosario Castellanos: escritora y filósofa / Revista Siempre


Hannah Arendt, según consta en una entrevista que sostuvo el 28 de octubre de 1964 con el periodista alemán Günter Gaus, afirmaba que no se veía a sí misma como una filósofa. A pesar de ser alumna de Martin Heidegger, Edmund Husserl y Karl Jaspers –tres de los filósofos más importantes del Siglo XX–, ella afirmó que no se dedicaba a la filosofía. Lo negaba porque, según sus palabras, su campo de estudio era otro: la teoría política.

 

El hubiera, dice el dicho, no existe. Lo que existe, dice el método científico, es lo contrafactual. Esto es, como lo describe Humberto Beck, el “ejercicio de imaginar escenarios alternativos que respondan a la pregunta ¿qué hubiera pasado si…?” (Letras Libres, octubre 2008). Planteemos un contrafactual: si alguien le hubiera preguntado a Rosario Castellanos si era escritora o filósofa, ¿qué hubiera respondido?

 

A pesar de ser reconocida por sus novelas, poemas y cuentos, en 1950, Chayo,como la llamaba Jaime Sabines, se graduó como maestra en Filosofía en la UNAM. Así, aunque Rosario Castellanos probablemente hubiera optado por decir que era escritora; no hubiera descartado, a priori, considerarse como una filósofa.

 

Lo anterior no sólo por sus estudios de maestría. La ganadora del Premio Xavier Villaurrutia (1960) afirmó que la poesía es “un intento de llegar a la raíz de los objetos, intento que, por otros caminos, es la preocupación de la filosofía” (Nahum Megged, Rosario Castellanos: un largo camino a la ironía, Colmex, 1984).

 

Para Gilles Deleuze y Félix Guattari, “la filosofía quiere salvar el infinito dándole consistencia” (¿Qué es la filosofía?, Anagrama, 1993). Para Rosario Castellanos, como recordó Alejandro Avilés (Excélsior, agosto 1974), “la importancia de la poesía en sí misma es rescatar del naufragio que es el tiempo, el olvido y la muerte a las cosas y dotarlas de una suerte de eternidad”. Tenemos, así, dos definiciones coincidentes.

 

El hecho que Rosario Castellanos viviera en Comitán, Chiapas no fue una mera contingencia. Ahí construyó su visión del amor, del mundo indígena y de la identidad femenina. Lo plasmó en Balun Canán (FCE, 1957), sí, pero también lo hizo en sus poemas, cuentos e, incluso, entrevistas. Aquí se recuperan algunas frases:

 

  • Sobre el amor: Matamos a lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca.
  • Sobre el mundo indígena: Los indios son seres humanos absolutamente iguales a los blancos, sólo que colocados en una circunstancia especial y desfavorable.
  • Sobre la identidad femenina: Nos sentamos a esperar pasivamente que un hombre vuelva sus ojos hasta el rincón que nuestra modestia nos depara y descubra las cualidades maravillosas que nos adornan.

Rosario Castellanos, quien el 25 de mayo de este año cumpliría 90 años, escribió para liberarse; pero también para intentar liberar a la sociedad de prejuicios. Dio voz a los que no tenían. Esto, tal vez, lo aprendió de la cosmovisión de muchos de los pobladores de Comitán. Como recuerda Juan Villoro: la palabra «yo» se usa poco en las lenguas indígenas; predomina el «nosotros» (Reforma, mayo 2015).

 

Rosario Castellanos fue una poeta, novelista, promotora cultural y diplomática mexicana. También fue una filósofa. Aunque, como Arendt, hubiera podido rechazar esta clasificación, sus preocupaciones la llevaron a preguntarse sobre los temas trascendentales de la vida, sobre todo al pensar sobre la otredad. Ella misma lo recomendó en uno de sus poemas: “Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro”.  XXX Twitter: @zoerobledo