No se puede tener como bandera la anticorrupción, y como método político de campaña la corrupción: Zoé Robledo


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Zoé Robledo A., (ZRA): Muchas gracias, Senador Presidente.

 

Déjenme empezar esta intervención, citando a un personaje norteamericano que en 1931 dijo lo siguiente: “….Debemos mantener esta nación íntegra, a salvo y libre de la corrupción, hoy en día la gente no respeta nada, antes poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley, hoy la corrupción se pavonea en la vida diaria, es la nueva ley, la única que se respeta y está acabando con este país…”.

 

¿Quién es este personaje que en 1931, en los Estados Unidos de América, dijo estas líneas?

 

Quizá pueden imaginarse que el entonces presidente Roosevelt o que fue Martin Luther King, pues no, compañeras y compañeros, no fue un político ni un intelectual ni un líder religioso, fue un mafioso, fue Al Capone, quizá el más famoso de la historia, quien en una entrevista dijo estas palabras.

 

¿Por qué podía Al Capone hablar con este cinismo sobre lo mala que es la corrupción? Porque hablar mal de la corrupción es muy fácil, porque aquí podemos todos llenarnos la boca criticando la corrupción y diciendo que es el gran problema de nuestro país, pero eso no es suficiente y no engañamos absolutamente a nadie.

 

Lo fácil es hablar, subir a la tribuna y decir que estamos comprometidos.

 

Lo difícil es tomar acción, acciones políticas muy concretas; ir en sentido contrario al sentido común que la clase política en nuestro país ha tenido durante muchos años y que la fue llenando de estos privilegios como son la opacidad, las declaraciones patrimoniales y el manto de protección que significa el fuero.

 

Hace una semana, seguramente muchos de ustedes vieron en varios periódicos de nuestro país una nota que decía: “Especialistas piden al Senado aprobar sin cambios la minuta anticorrupción”.

 

Y el mensaje que vinieron a dar muchos especialistas, todos ellos muy reconocidos, era: no le enmienden, no la mejoren, déjenla como está, no le muevan ni una coma.

 

Pero no nos confundamos, no lo dijeron porque la minuta sea perfecta; no lo dijeron porque la minuta sea buena. Es muestra de algo mucho más profundo, y algo mucho más grave que tener una ley perfectible; es la expresión de la enorme desconfianza hacia los políticos, y en particular hacia nosotros los legisladores. Porque hoy vivimos la más grave crisis de credibilidad y confianza que ha tenido cualquier generación en las épocas recientes de nuestro país.

 

Pareciera entonces un falso dilema que si no se aprueba así, pues no sale, y tienen toda la razón, es una premisa que no se debería de permitir y mucho menos usar este argumento para decir que es una reforma completa.

 

El reclamo de aprobémosla como está, es una prueba más de cómo la sociedad con un escepticismo totalmente justificado ve inviable la posibilidad de que sus representantes mejoren y después aprueben una buena ley, porque para ellos una cosa es excluyente de la otra.

 

Nos piden en un gatopardismo de resignación que no cambiemos nada para ver si así algo cambia, y ahí me parece que hay un problema que deberíamos de reflexionar con mucho más profundidad.

 

Y aquí también tendremos que reflexionar sobre una responsabilidad que tenemos como políticos; el ánimo democrático de un país se sustenta siempre en la confianza hacia los representantes, y esta confianza a su vez no puede coexistir con la corrupción de representantes ni de representados.

 

Ya lo decía, hace unos días, Ray Fisman, de la Universidad de Columbia, que sugiere que justamente el éxito de la lucha contra la corrupción radica en la combinación de sanciones legales con incentivos económicos que generen su rechazo moral, político y social.

 

Yo sí creo que esta ley apunta en esa dirección, pero solamente apunta en esa dirección, no creo que no haya que cambiarle ni una coma, es más, creo que varios temas están ausentes e incompletos, y se los voy avanzando, para eso he presentado reservas en varios temas.

 

Uno, responsabilidad penal de las empresas o compliance, es decir, que se castigue al corrupto, pero también se desincentive al corruptor.

 

Segundo, unidades financieras, porque todo Sistema Nacional Anticorrupción que no plantee una estructura nacional coordinada y con capacidad técnica que pueda auditar empresas y partidos políticos es simplemente una simulación.

 

Y tercero, que para eso quería yo preguntarle al Senador Torres Graciano, que desafortunadamente vino, dio su discurso y se fue, una cosa muy particular, el “#3d3”, no es una moda electoral, que no se confundan; puede ser una moda electoral para algunos candidatos que están haciendo uso de ella para sus elecciones, pero no es esa la intención ni de Transparencia Mexicana, ni de los legisladores que nos hemos sumado.

 

““#3d3” plantea que los servidores presenten su declaración patrimonial y de intereses, pero que la publiquen, y la reforma que estamos a punto de aprobar no obliga a ningún candidato o legislador o funcionario público a publicar estas declaraciones.

 

El Senador Torres Graciano dijo algo aquí que es falso, dijo que ya con la ley vamos a poder, bueno, van a tener los mexicanos acceso a las declaraciones patrimoniales y de interés, eso no es así, y hay que reconocerlo, y hay que decirlo para poder modificarlo de inmediato.

 

Por eso me parece que lo que no se puede hacer es tener como bandera la anticorrupción, y como método político de campaña la corrupción, y eso está pasando en muchos procesos electorales a todo lo largo y ancho de nuestro país.

 

Y finalmente el asunto del fuero. El Sistema Nacional Anticorrupción que se establece en la Constitución no puede estar completo si mantiene paralelamente un incentivo constitucional para la impunidad, que es el fuero.

 

Por eso el llamado, compañeras y compañeros, es a que aprobemos el dictamen en lo general, pero también a que modifiquemos el dictamen, eso sí, que hagamos un compromiso público de hacerlo y después aprobarlo en esta misma Legislatura, quedan cuatro sesiones que son perfectamente suficientes para hacerlo; de otra manera me parece que estaremos mandando un mal mensaje, un mensaje equivocado a la sociedad, que los políticos mexicanos no hemos tomado aún la decisión de acabar con la corrupción hasta que llega nuestro predio, a nuestra cancha, que cuando se trata de deshacernos de los privilegios que representan el fuero y la opacidad de las declaraciones patrimoniales de interés, ahí, ahí topó el asunto y nuestra convicción democrática; no es cierto que sea un tema cultural, no es cierto que no tengamos remedio; la corrupción es un problema de primer orden ético, jurídico, político y hasta de productividad económica, por eso hay que hacer lo necesario para cambiar el caldo de cultivo en la que florece; en ese sentido presentaré mis reservas y los invito a que reflexionemos en cada una de ellas.

 

Es cuanto, muchas gracias.

 

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