Leer y releer a Octavio Paz / Revista Siempre


La quincena del Nobel mexicano

 

Zoé Robledo

Aunque no se necesita un motivo particular para escribir sobre el único mexicano que ha ganado un Premio Nobel de Literatura, la primer quincena de abril de 2015 ofrece un doble pretexto para hacerlo: celebrar el aniversario 101 de su nacimiento y conmemorar casi 17 años desde su partida. Lo importante, en todo caso —y en todo el año—, es recordarlo y, mejor aún, leerlo.

A pesar de que Octavio Paz nació hace más de un siglo y murió hace más de una década, dejó un vacío que sólo se puede intentar cubrir leyendo su obra. Una obra que, aunque no incluye una autobiografía, certifica algo: se trata de un autor que pensó, polemizó y vivió intensamente. Y lo hizo escribiendo.

Su producto literario predilecto, después de los ensayos, fueron los poemas. Y es que si para Gustavo Adolfo Bécquer poesía eres tú, para Octavio Pazpoesía es pasión. Por ello, Paz propone un “Epitafio para un poeta” (incluido en Libertad bajo palabra, FCE, 1960):

Quiso cantar, cantar

para olvidar

su vida de mentiras

y recordar

su mentirosa vida de verdades.

 

La poesía para Octavio Paz debe ser la herramienta de incidencia en la realidad. El trabajo de un hombre de letras, y así lo asumió Paz, es lograr disipar la niebla y la confusión que el uso, mal uso y abuso de los conceptos trae para la comprensión de lo real. Para eso es la poesía: para pensar y dialogar con un lenguaje profundo, sin que éste se aleje de lo real.

El gran libro de Octavio Paz y, a su vez, el gran libro sobre México, es El laberinto de la soledad. En él, el autor nos habla de nuestra historia que, para bien o para mal, es la conjunción de los mitos con los acontecimientos. Para el escritor, los mexicanos estamos en un laberinto de nostalgias que causa que seamos prisioneros de la soledad. Sin embargo, en el mismo libro, afirma que:

“Somos nosotros los equivocados, no la historia. Tenemos que aprender a mirar cara a cara a la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso. Pensar es el primer deber de la inteligencia”. (El laberinto de la soledad, México, FCE, 1992, p. 80).

Como se puede leer, la prosa de Octavio Paz tiene una especie de rima en ella. Su obra paradigmática logró ser un retrato nítido y profundo de los mexicanos. Por eso debemos revisar nuestro pasado y reconciliarnos con él. Para hacerlo, debemos primero conocerlo y sentir con toda libertad que el pasado ya pasó y no volverá a agredirnos. Por eso se necesita filosofar sobre nuestra historia. Filosofar, para Paz, significa llenar nuestra historia de todas las preguntas pertinentes.

Sea en poemas o en ensayos, para Octavio Paz, los mexicanos viven de acuerdo con una premisa: la fiesta y la soledad no solamente se contraponen, sino que son el complemento perfecto.

Y el tema sale a colación porque este año “la quincena de Octavio Paz” coincidió con la Semana Santa: la semana que mezcla el luto de la cristiandad con la celebración masiva de las vacaciones.

Ocho días después de la muerte de Octavio Paz, el 27 de abril de 1998, Héctor Aguilar Camín publicó en Proceso un artículo titulado “Un autor olvidado”. Así empezaba: La posteridad de Octavio Paz será más larga que su vida”. Y así acababa: Octavio Paz ha muerto. Octavio Paz empieza a vivir”.

Concuerdo con Aguilar Camín. Escribir sobre Octavio Paz debe implicar una obligación para difundir su obra e invitar a acercarse a ella. Aprovechemos el pretexto que ofrece “su quincena” para retribuirle de la mejor manera posible: leyéndolo.

@zoerobledo

Senador por Chiapas