¿Vivirá Jaime Sabines? / Siempre


Invócalo y dile cuál poema te gusta

Zoé Robledo
Yo no lo sé de cierto, pero lo supongo, porque en su poema Así es nos creó la duda. Nos indujo a pensar que la muerte de los poetas —de los de a de veras— es fantasmal. Es sólo que deja de correr el bravo río de las palabras y se remansa en el recuerdo de sus amigos y lectores.
Pero mejor dejemos que hable don Jaime:
Poetas, mentirosos, ustedes no se mueren nunca.
Con su pequeña muerte andan por todas partes
y la lucen, la lloran, le ponen flores,
se la enseñan a los pobres, a los humildes, a los que tienen esperanza.
Ustedes no conocen la muerte todavía:
Ustedes no conocen la muerte todavía: cuando la conozcan ya no hablarán de ella, se dirán que no hay tiempo sino para vivir.
(Horal, 1950)
Dicen, cuentan en varios lados, que José Alfredo Jiménez vive, que anda por ahí con su trago en la mano y que sólo sale a la calle en determinados días.

Dicen que también vive Pedro Infante y que cuando alguien tiene fe y lo invoca, ¡Pedro se presenta! igual que José Alfredo. Sólo hay que decirles “Pedro”, o “José Alfredo”, según sea el caso, y darles el nombre de la canción que a uno le gustaría oír. Hay que decirles:
—Mira, Pedro, échate una de las tuyas: canta La Bartola o una que dice algo así como: “Cuando recibas esta carta, sin razón…”, bueno, no recuerdo el nombre.
—Oye, José Alfredo, échate Camino de Guanajuato o El Jinete.
Y el milagro, la aparición, se hace. Aparece Pedro o José Alfredo y comienza a cantar. Si José Alfredo anda de buenas hasta puede invitar un trago de tequila. Si no, que ni le digan nada, porque es un señor de malas pulgas. Si se presenta Pedro Infante, los invocantes deben hacerse patos, porque con él uno nunca sabe. Es bonachón, pero no es para confiarse. Puede ser tan inocente como en La tercera palabra o tan malo como en El gavilán pollero.
Seguramente pasa lo mismo con Jaime Sabines. Si te gusta su poesía invócalo y dile cuál poema te gusta.
El 30 de marzo de 1996, en el Palacio de Bellas Artes, Jaime Sabines ofreció un ya legendario recital poético. Ahí la gente le pedía sus poesías como si el poeta fuera un mariachi: “Oye Jaime, échate Tarumba”. “Hey, Jaime, échate Horal”. Parecía que uno no estaba en Bellas Artes, sino en Garibaldi, donde se paga a los mariachis o al conjunto de mujeres jarochas y ellos cantan y ellas bailan. Jaime recitaba y la gente estaba muy contenta.
Por supuesto, se necesita algo de magia para que se nos aparezca Jaime Sabines y nos declame. Porque la poesía es magia —Nicolás Guillén decía que era magia negra y que por eso hay que andarse con cuidado— y don Jaime era un mago de la palabra sencilla. Si se tiene buena suerte, vendrá y podrá convidarnos algo de pozol. No de trago, porque Jaime Sabines tiene muchos seguidores y, de plano, no va a alcanzar. Además, al poeta no le gustaba cargar mucho. Peor si están por ahí los amorosos que andan sin Dios ni diablo, pero siempre con muchas ganas de beber.
Tal vez no se aparezca Jaime Sabines, pero la invocación puede ser un buen momento para recordar su poesía ahora que cumple años de haberse ido. Es una ocasión para recordar que Jaime Sabines está por encima de los avatares de los sexenios. El tiempo de Jaime Sabines no es político, es poético.
Senador por Chiapas.
@zoerobledo