Empecemos ya / Revista Siempre


Don Chico que vuela…
Zoé Robledo
En la obra de Laco Zepeda, ganador de la Medalla Belisario Domínguez 2014, hay un personaje de enorme riqueza para reflexionar en torno al país hoy. Don Pacífico Muñoz, Don Chico, protagonista del cuento Don Chico que vuela.
Don Chico era un hombre sencillo y obstinado que se molestaba ante las dificultades para visitar pueblos lejanos y que pensaba que ir a pie era inútil, y a caballo, una tontería. Lo indispensable en esas tierras, decía, era volar.
La idea del vuelo se le fue afirmando en la cabeza como un sombrero de ensueños. Un día, con la firmeza del total convencimiento, don Chico anunció:
—Señoras y señores: voy a volar…
Y puso manos a la obra, confeccionando sus alas de carrizo y palma.
Cuando quedó todo listo, el navegante hizo saber que volaría al cielo.
El problema fue que, al saber esto, los vecinos comenzaron a hacerle encargos. Le pidieron llevara quesos a algunos difuntos; café y trago a otros. Pronto creció el volumen de dulces, tostadas, sandías y hasta algún animalito.
Llegado el día, Don Chico subió al campanario para emprender el vuelo pero la pesada carga lo impidió: la epopeya devino en tragedia.
De entre los mirones, uno expresó:
—Lo mató el sobrepeso. Si no fuera por los encarguitos, don Chico vuela…
Con esta historia, Laco conduce a una metáfora, a una interrogante: ¿hay similitudes entre nuestro país y don Chico?
México varias veces ha querido volar, pero sus pesados encarguitos, su clase política, como los quesos del relato, lo han impedido.
Nuestra clase política —todos los poderes incluidos—, que pocas veces ha estado a la altura de las circunstancias y que ha acumulado intereses que hoy son una carga que es necesario y urgente eliminar.
Soy un convencido de la dinámica creadora de la política; pero ésta sólo puede funcionar a partir una autocrítica honesta y rigurosa que permita superar la grave crisis de credibilidad que vivimos: el único camino es la política como la entendía Belisario Domínguez, como la práctica cívica por excelencia.
Por eso he insistido, empecemos ya: más democracia para resolver los problemas de la democracia. Una democracia realmente participativa como el mayor contrapeso al abuso de poder.
Empecemos ya: porque no hay democracia sin partidos, pero tampoco hay partidos sin confianza ciudadana, sin representación efectiva y sin rendición de cuentas.
Empecemos ya: saneando los mecanismos de acceso al poder para que no se haga política con dinero ni dinero con la política.
Empecemos ya: con funcionarios públicos más sensibles, más humildes, sin privilegios y sin impunidad.
Empecemos ya: entendiendo que el poder no es patrimonio personal de los políticos, ni licencia de impunidad, ni patente de privilegios. Pongamos fin al fuero, empezando en nuestra casa, empezando por los legisladores.
Empecemos ya: sin transparencia no hay democracia. En los tres niveles de gobierno y en los tres poderes de la unión, asumiendo todos tres compromisos públicos: declaración patrimonial en versión pública, declaración de impuestos de los últimos cinco años, y declaración de intereses.
La lección de Don Chico se aplica a los mexicanos de hoy. Urge liberarnos de las cargas que oprimen a la nación y la mantienen al ras del suelo. En su locura, Don Chico se va ganando el respeto. No seamos testigos de su insensatez sino invitados a pensar en las similitudes entre el personaje que quiere volar y la nación que no ha podido hacerlo. Empecemos ya.
@zoerobledo