Combatir el odio y la intolerancia es una tarea de todas y de todos: Angélica de la Peña


Discurso pronunciado por la senadora Angélica de la Peña Gómez, del Grupo Parlamentario del PRD, durante la Conmemoración de las Víctimas del Holocausto y en recuerdo de Gilberto Bosques.

 

Angélica de la Peña Gómez, (APG): Buenos días, bienvenidas y bienvenidos al Senado de la República.

 

Señora Excelentísima Embajadora del Estado de Israel, Rodica Radian Gordon; señor Salomón Achar Achar, presidente del Comité Central de la Comunidad Judía en México; como siempre también, bienvenido al Senado de la República.

 

Quiero saludar también con afecto al doctor Efraim Zadoff, investigador y profesor del Instituto Yad Vashem; por supuesto me complace también saludar al presidente del Consejo Nacional para prevenir la discriminación, Ricardo Bucio, y en este acto también la presencia del señor director del Instituto Gilberto Bosques, Gonzalo Sánchez de Tagle.

 

A todos ustedes y en lo particular quiero saludar de manera muy afectuosa, como siempre, a la señora Laura Bosques, que siempre que viene al Senado nos place mucho tenerla en este Senado de la República.

 

Es para mí un gran honor y un privilegio que en mi calidad de presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República, hoy les salude nuevamente, como hace un año. Además también reiterarles la más cálida y cordial bienvenida en este Patio del Federalismo de este recinto parlamentario.

 

Como siempre agradeceremos y valoraremos infinitamente hoy y siempre su presencia en este importante acto que nuevamente nos reúne en la conmemoración anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto y en recuerdo de don Gilberto Bosques Saldívar.

 

Comienzo mi intervención saludando, por supuesto, y de manera muy particular, a toda la comunidad judía que hoy nos acompaña. Me parece que es un honor y viste de una gran calidez tenerles en este Senado y por supuesto no puedo dejar de observar que en este año hay un acontecimiento que es necesario destacarlo, porque no podemos cerrar los ojos y por supuesto no podemos seguir solapando, tolerando, haciendo como que no pasa nada en el mundo cuando desafortunadamente en esta ocasión nuestra conmemoración anual se encuentra precedida por los condenables atentados terroristas perpetrados en París y por supuesto por el recuerdo de las víctimas más recientes del fundamentalismo y la intolerancia.

 

Sirva pues esta oportunidad para reiterar nuestra solidaridad y nuestro más enérgico rechazo a cualquier manifestación de fanatismo y la barbarie y para reafirmar nuestras convicciones democráticas y nuestra indeclinable creencia en la tolerancia, la libertad, la igualdad, la pluralidad, la diversidad de creencias, la coexistencia, la libertad de expresión y la legalidad, valores que se busca amenazar, pero que solo logra fortalecer nuestras luchas en contra de estas barbaries.

 

Dicho lo anterior y como ya todos ustedes saben, el primero de noviembre del 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 20/7, en la que designó la fecha 27 de enero, como el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

 

Tras la aprobación de la resolución, el Secretario General de las Naciones Unidas describió a este día especial como un importante y necesario recordatorio de las enseñanzas universales de la irracionalidad y de la miseria humana, responsables de una atrocidad sin igual, que no podemos simplemente relegar al pasado y olvidar.

 

De ahí que la repulsa al genocidio de millones de personas sea considerada como uno de los factores determinantes que impulsaron y dieron razón de ser a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, marco jurídico fundamental que refleja los principios y los valores que unen y guían a la familia humana.

 

Por ello la conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto, es la mejor ocasión para recordar que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados, como estamos de razón y conciencia, debemos comportarnos fraternalmente los unos a los otros.

 

De ahí que nunca esté de más enfatizar que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y el valor de la persona humana, así como el respeto de los derechos inalienables de mujeres y hombres por igual.

 

El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos sólo puede tener como consecuencia la tiranía y la crueldad: el anarquismo.

 

Por lo tanto, ocasiones como ésta nos dan la oportunidad de recordar que la responsabilidad de combatir el odio y la intolerancia es una tarea de todas y de todos, donde estemos.

 

Así lo entendió un mexicano y un ser humano excepcional: don Gilberto Bosques Saldívar. Uno de los hombres, uno de esos hombres que trascienden el valor, la audacia y su circunstancia gracias al valor, la audacia y la determinación.

 

Sin duda, todo un ejemplo de vida y congruencia y es, indudablemente, un referente obligado para quienes militamos en la causa de los derechos humanos.

 

Don Gilberto, a quien nos referimos siempre con la mayor admiración y respeto, fue un hombre cuya obra quedará escrita en el corazón y en la conciencia de las generaciones descendientes de todas aquellas personas a quienes les salvó la vida y les brindó una segunda oportunidad.

 

Por ello, la obra y el legado de don Gilberto Bosques, son de alcance internacional, de alcance universal, y constituyen el reflejo de uno de los capítulos más honrosos y brillantes de la historia diplomática mexicana.

 

En razón de todo lo anterior, esta conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto y en recuerdo de don Gilberto Bosques Saldívar es, sin duda, una ocasión propicia para reflexionar y reiterar nuestro compromiso indeclinable con los valores, derechos y libertades fundamentales.

 

En memoria de las víctimas del Holocausto y de todos los tipos de fanatismo contra los que tenemos que luchar en recuerdo de don Gilberto Bosques, hacemos votos para que todos los seres humanos: hombres, mujeres, niñas y niños, dejemos atrás todo aquello que nos divide y caminemos juntos en la construcción de un mundo que sea fruto del respeto y la tolerancia mutua.

 

Muchas gracias. Y reitero la bienvenida a todos ustedes a este Senado de la República.