Salarios: la Constitución y la realidad / Siempre


Miguel Barbosa

Crecieron poco y la productividad decreció

La Constitución dice: “Los salarios mínimos vigentes generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social, cultural y para proveer la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas”.

La realidad es esta: “Ayudante de cocina-lavaloza. Zona Santa Fe, de lunes a domingo, descanso un día, prestaciones de ley, referencias comprobables. $1,000.00 semanales”. “Recepcionista. Buena presentación, conocimiento de PC, $1,200 semanales”. “Persona para limpieza, con licencia de manejo, $1,000.00 semanales”. “Costurera para todo tipo de arreglos, manejen computadora, $5,150 pesos más prestaciones”. “Farmacias, solicita médicos titulados con experiencia, $7,000 mensuales, más comisiones y agradable ambiente laboral”.

El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera abrió un debate fundamental para el futuro inmediato de millones de familias: el aumento de los salarios.

El mandatario capitalino emplazó a los sectores productivos, académicos, políticos y laborales del país a construir un diálogo abierto y bien fundado en relación con el salario mínimo vigente en México, el cual por más de tres décadas ha sufrido una pérdida del 77% de su poder  adquisitivo, en detrimento del bienestar de los trabajadores.

El doctor Miguel Ángel Mancera llegó a esa conclusión como resultado de la petición que, el pasado 1º de mayo, realizó a su gabinete económico, en el sentido de que identificaran un conjunto de acciones que tuvieran como eje construir una política de recuperación laboral y salarial.

De inmediato se desató el debate: por un lado, las posiciones que consideran que el aumento en los salarios desestabilizaría la economía y se produciría una escalada inflacionaria. En contraste, se encuentran las visiones que consideran que resulta impostergable un aumento salarial ante la precaria situación que viven millones de trabajadores.

El ingreso y los salarios mínimos se han convertido en un tema urgente de la vida económica y social. De 1976 a 2014, el salario mínimo general ha perdido 71% de su valor, mientras que el salario mínimo en el Distrito Federal lo ha hecho en un 77%. En este proceso de deterioro, se identifican dos momentos importantes: el primero, de 1982 a 1988, con una disminución del 11.8%, y el segundo, de 1994 a 2000, con una disminución del 4%. De 2000 a la fecha, se registra un estancamiento en el crecimiento de los salarios mínimos.

De acuerdo con datos del INEGI, en el Distrito Federal el 9% de la población sobrevive con un salario mínimo; el 22%, entre 1 y 2 salarios; el 18.5%, entre 2 y 3; el 15.9 %, de 3 a 5 salarios mínimos, y el 10%, con más de cinco.

 

La caída de los salarios mínimos y el alza en los precios de la canasta básica han provocado la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. En la actualidad, un hogar de 4 integrantes requiere de 2.5 salarios mínimos para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, transporte, vivienda y educación. Para satisfacer un piso mínimo de bienestar de un hogar promedio, el salario mínimo debería de fijarse en 171 pesos diarios.

En comparación con América Latina, México se encuentra entre los países con menor crecimiento del salario mínimo, en contraste con Uruguay, Brasil y Chile, durante el periodo 2000 a 2012. Respecto a los países de la OCDE, México tiene el salario mínimo más bajo por hora, aun por debajo de la República Checa, Estonia y Chile.

 

La precarización del salario y del trabajo se ha convertido en uno de los temas más importantes a escala mundial, particularmente en países como Estados Unidos, Alemania y España.

Los salarios bajos no siempre hacen una economía más competitiva. De 2004 a 2011, los países latinoamericanos que más incrementaron sus salarios anualmente también fueron los que más incrementaron su productividad laboral anual. En México, los salarios crecieron poco y la productividad decreció.

 

En suma: el salario mínimo ha dejado de ser un instrumento efectivo para establecer un piso mínimo de bienestar de la población, ampliándose la brecha entre ingreso y gasto por hogar. En la actualidad un hogar requiere de un ingreso de más de cinco salarios mínimos para satisfacer sus necesidades básicas y no caer en una condición de pobreza; una política poco activa y flexible respecto al salario ha derivado en la precarización del trabajo; en el ámbito internacional, en la ciudad de México, por ejemplo, existen los salarios más bajos de la región, incluso menores que en Bogotá, Santiago de Chile y Buenos Aires, y los bajos salarios no siempre hacen una economía más competitiva. La tendencia en América Latina es que un mayor crecimiento en los salarios produce mayor competitividad laboral.

No existen argumentos de tipo económico, histórico y social para no iniciar un debate como el que se propone desde el Gobierno de la Ciudad de México.

@MBarbosaMX

 

 

Coordinador parlamentario del PRD en el Senado de la República.