Las formas de la reforma / Heraldo de Chiapas


Zoé Robledo

SE ACABÓ…POR AHORA

La reforma en la legislación energética prácticamente está aprobada. Se impuso la mayoría, lo que no implica necesariamente que predominó en todo momento la razón ni nada parecido. Sin embargo, así es la democracia y debemos aceptar de manera republicana sus resultados. Al terminar el debate, por ahora, entraremos a una nueva fase en el tratamiento del asunto de la soberanía nacional sobre los energéticos. La exigencia nacional de soberanía, como lo apuntara un cronista mexicano del beisbol: «no se acaba hasta que se acaba».

La democracia tiene un atractivo esencial: permite a las minorías convertirse en mayorías y a las mayorías las obliga a cuidarse, so pena de convertirse en fuerzas minoritarias por la acción pensada de los electores. Se pierde en la democracia, pero también puede ganarse y, por eso mismo, decimos que el asunto solamente se ha acabado momentáneamente. Ya vendrán nuevas oportunidades para revertir las reformas que han afectado de manera negativa a la soberanía nacional.

Los debates fueron ríspidos y en general, fue un diálogo con interlocutores que no quisieron serlo. El proceso en su conjunto fue amañado, primero con las fechas para que coincidieran con el campeonato mundial de futbol y posteriormente con una serie de medidas violatorias de la normatividad vigente en el Congreso. Muchas de ellas, anulatorias de los derechos de los legisladores al debate hasta que los asuntos queden claros. Hubo un simulacro de debate público, porque se hizo en el aislamiento, en lo «oscurito», lejos de los medios masivos de comunicación que, por la importancia de los temas, debieron haber sido encadenados para transmitir todo el debate. También para dar voz e imagen a los legisladores sin excepción alguna y en igualdad de condiciones en cuanto a tiempo y horarios.

Triunfaron las fracciones del Congreso que traían la consigna más que los argumentos. Fue el voto de una mayoría armada alrededor de los intereses políticos, cuestionables o no, y no en torno a propuestas relacionadas con el interés de la Nación. Triunfaron las razones de Estado, de un Estado muy particular, sobre las razones de la Nación, que son dos entidades muy distintas. Por lo demás, el Estado pareció involucionar hacia formas personalizadas de mandato. El presidente concentró decisiones, en tanto que la sociedad mexicana vio colapsar parte de su soberanía.

Los partidos realmente opositores, los de izquierda, argumentaron con profundidad y con decisión, pero sus argumentos solamente se hicieron valer de manera moral, porque las decisiones ya habían sido definidas. Fue una oposición testimonial en diversos planos, pero queda como el antecedente y el sustento para futuras acciones. La sociedad que no fue lo suficientemente representada tendrá ahora la palabra y la acción.

Volveremos a defender los intereses del país en el Senado y en la Cámara de Diputados. Se mantendrá y fortalecerá la atención hacia las decisiones que en el futuro se tomen en relación con los energéticos en el país. Si no se puede evitar la salvaje apertura, que constituye un despojo, al menos se debe reducir en sus dimensiones o, por lo menos, hacer una denuncia puntual y enérgica. La defensa de los intereses de la República debe mantenerse en todas las instancias legislativas.

Por supuesto que esta decisión no es suficiente. En ese orden, los legisladores y todos los mexicanos partidarios del interés nacional debemos promover una cada vez mayor participación de los ciudadanos. En julio de 2015 habrá elecciones en el país y será una oportunidad decisiva para dar marcha atrás en lo que debe anularse de las reformas recientemente aprobadas. Necesitamos convertir las elecciones llamadas intermedias en un evento de referéndum, en donde los mexicanos expresen su voluntad sobre cómo y quién debe manejar las decisiones sobre los asuntos esenciales de la Nación: para eso hemos propuesto se lleve a cabo la consulta popular en materia energética.

Es difícil saber quiénes fueron los ganadores, si los hubo, en estos eventos legislativos. Seguramente los ganadores están en lugares oscuros o lejos del suelo nacional. Tal vez estén haciendo una fiesta, pero agazapados. Tal vez todavía no celebran, porque tienen temor al nacionalismo mexicano que pueda reconducir el rumbo del país mediante la consulta popular.

Al día de hoy, lo que es seguro es que perdió la Nación, porque la potestad sobre los energéticos se redujo a la administración de contratos, se redujo a una soberanía del contratismo. Perdió el Poder Legislativo, porque no pudo mantener su independencia.

Al cambiar el estatuto de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, el Congreso pierde el control democrático sobre estas instituciones. El Poder Judicial ve diezmado su ámbito de acción, porque los asuntos más importantes relacionados con los energéticos irán a arbitrajes internacionales, pero el camino es largo y apenas inicia.

Es posible, desde la izquierda, dar la batalla a través del apoyo a la consulta popular, pero, además, mediante la exposición de razones y argumentos técnicos, dejando en claro que somos oposición pero que también hay conocimiento, propuesta y argumento.

Pierden los mexicanos, cuando su propiedad, su identidad y su orgullo pasen a ser espacios para que se exploten o pasen por ahí los transportes de combustible y las redes de transmisión de electricidad. Alguien más perdió la dignidad cuando apostó su posición legislativa y olvidó que no se puede apostar lo que no se tiene. Una silla en el Congreso no es un patrimonio particular: es la representación de muchos mexicanos y debe mantenerse con toda la dignidad posible.

Con esta Reforma no se ve por dónde gane la Nación, perdimos todos, o casi todos, pero esto no se acaba hasta que se acaba. Y la historia nacional continúa.